Ahora comenzamos un ciclo de presentación de los autores de esta página, quizá ya nos conozcan pero así sabrán mejor quienes somos, qué hacemos y porqué terminamos aquí, publicando este blog. Sin un orden especial, la primera presentación es la mía.
Las primeras partidas de ajedrez que jugué tuvieron como sede la alfombra del cuarto de mi hermano en la casa en que crecí, de la que nos mudamos ya hace doce años. No me acuerdo exactamente como aprendí a mover las piezas pero sí que cuando ya sabía hacerlo siempre quería jugar de blancas, y mi hermano, pacienzudo como él solo, fingía caer cuando yo lo engañaba diciéndole que la anterior vez ya me habían tocado las negras. Era una tramposa; yo decía que si al principio había movido el peón una sola casilla, más adelante tenía el derecho de avanzar dos. Lo bueno es que, aún así, mi hermano –Fernando- siempre ganaba.
De repente –en realidad no “de repente” pero me voy a ir por las ramas si les cuento cada detalle de la historia- fui parte del equipo de la categoría básico (primeros años de colegio) en un intercolegial departamental que hacía la Asociación Cruceña de Ajedrez cada cierto tiempo. Todavía recuerdo cuando me sacaban de clases para llevarnos al Coliseo de la calle Ingavi para ir a hacer nada mientras el resto de mi equipo jugaba; era tan divertido. Me sentía especial vagando mientras todo el mundo seguía sentado en el colegio. Una cosa llevó a la otra y, junto a mis hermanos, nos hicimos alumnos más o menos regulares de las clases que impartían en la Asociación distintos profesores. El primero fue el profesor Mario Solíz que, además de entrenarnos, coordinaba algunos campeonatos en los que mis hermanos y yo participábamos. El primer torneo nacional que jugué –aunque yo ni siquiera sabía que habíamos viajado para jugar ajedrez- fue en Samaipata, un pueblo como a dos horas de viaje por carretera desde Santa Cruz. No hice ningún punto durante el torneo excepto en la última ronda cuando me tocó jugar con mi hermana y ella estaba con una fiebre de cuarenta grados y se quedó durmiendo en el auto. Eso fue en 1997.
Foto: yo (en primer plano) antes de comenzar la primera partida de un campeonato nacional en la ciudad de El Alto, La Paz. Creo que tenía unos 11 o 12 años ahí.
Hasta el 99 seguí participando en campeonatos intercolegiales y departamentales, no recuerdo muy bien el proceso porque fueron como dos años de lo mismo: campeonatos y clases. Al final del 99 estaba en el aeropuerto junto a toda mi familia esperando un vuelo a Sucre, para participar en un torneo nacional intercolegial. La delegación, que fue por tierra y avión, resultó de alrededor de 40 personas entre jugadores de básico, intermedio, medio y acompañantes. Yo estaba en el equipo de intermedio y salimos campeonas. En ese viaje se gestaron amistades, anécdotas y polémicas que siguen vigentes hasta este día. Desde entonces hasta ahora, mis años ajedrecísticos han pasado entre entrenamientos, viajes alrededor del país, noches de campeonato en la asociación (que se convirtió prácticamente en mi tercer hogar), charlas, chistes, chismes, empanadas fritas, mi mamá llevándonos, recogiéndonos, apoyándonos.
Foto: Equipo representante de intermedio de Santa Cruz en el Campeonato Intercolegial Nacional del 1999 en Sucre, Chuquisaca. Iris, María Inés, Yo y mi hermana, Cecilia. Salimos campeonas =)
Hasta mis 17 años jugué activamente, sin dejar de entrenar o jugar campeonatos, pero nunca llegué a mejor resultado que segundos lugares a nivel nacional. Era tan horrible escuchar en cada premiación el mismo preámbulo antes de que me entreguen una medalla de quinto o cuarto lugar “estuvo entre las primeras durante el campeonato, pero aflojó al final” (o algo así) una y otra vez. Hasta que esos quintos y cuartos lugares fueron haciéndose sextos y séptimos -porque directamente dejé de entrenar y dejó de importarme. Fue frustrante y hasta el día de hoy recuerdo vívidamente errores en partidas particulares. Decían que me faltaba carácter. Bueno lo encontré para otras cosas, nunca para el ajedrez. Por ahora, en mi vida, el ajedrez está en pausa. No creo que alguna vez llegue a estar finalizado por completo.
Si mi papá no le hubiera enseñado a mover las piezas a mi hermano y mi hermano a mí, si nada de mi relato hubiera pasado, no estaría donde estoy ni escribiendo esto que escribo.
El ajedrez es una de esas variables que hizo acto de presencia tan temprano en mi vida que es imposible de quitar de la ecuación de lo que soy hoy.
2 comentarios:
Que buena foto del Nacional de Sucre!...maravilloso viaje, erámos una delegación de 42 en total,recuerdo que ocupamos completo el alojamiento, que fue "territorio cruceño" por unos días, mil historias quedaron d ese torneo...algunos recuerdan los leones d la plaza?...y finalmente pudimos quitarle a CBBA algunos títulos, especialmente el de Medio varones tan ambicionado...en la entrega d premios hasta pusimos "We Are The Champions"! jajaja que momento...
La verdad que ese torneo convencio a muchos de ser ajedresistas, se la paso muy bien, fue un viaje de una semana completa!, el primer diploma para muchos,(menos para Urquiza)y sobre todo las amistasdes que se gereraron, y por que no las enemistades deportivas tambien, todavia se recuerda el We sre the Champions!!!!!!!!! Buen Post!
UN abrazo
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